viernes, 16 de septiembre de 2011

La Mujer en el Espejo

Una mañana una mujer cualquiera se mira en el espejo, han pasado cuarenta años... ¿qué ve ella reflejado? ¿Se corresponde con la mirada del otro?


Parece un cumpleaños más, quizá lo sea objetivamente, pero para la mujer, cumplir cuarenta años es una bisagra en su vida. Ya no es más una despreocupada "veinteañera" o una "treintañera" en pleno proceso de cumplir ambiciones... de golpe el "ñera" se convierte en otro sufijo, pesado como un telón de plomo... "ona"... de "Cuarentona". La mujer se mira en el espejo y no ve gran diferencia, pero se sabe perteneciente a la categoría popular de los que ya tienen que dejar paso.


Hay cuarentonas con hijos, de cualquier edad, cuarentonas embarazadas, solteras, casadas, profesionales, amas de casa. Un universo de mujeres que se cuestionan su identidad en ese momento mágico. Algunas se amargan en secreto, otras se deprimen, y hay un grupo creciente de mujeres que se sonríe, se encuentra estupenda y planea cómo vivir los siguientes cuarenta años de su vida.



La mirada de los otros


La mayor parte de las veces, a esta mujer no se le adivina la edad, así, nada más por apariencia. La sociedad ha cambiado mucho, y lo que antaño era una mujer madura en retirada, es hoy una esplendorosa fémina en pleno disfrute de la vida. Bien se dice que los cuarenta años son el epítome de la sexualidad femenina. Ellas ya saben lo suficiente como para permitirse libertades que la experiencia da, elegir un compañero sexual, elegir una sexualidad responsable y gozosa, y hoy, el físico apenas acompaña los años marcados en la partida de nacimiento. Es asombroso reconocer a una cuarentona en esos esculturales cuerpos que salen del gimnasio, en esas sonrisas seguras que caminan entre góndolas de supermercado, en esa mirada intensa que estudia concienzudamente la pantalla de una notebook absorta en una vida laboral. Deleitarse contemplando la plenitud de una mujer de cuarenta es un gusto.


Se habla mucho en estos días de las mujeres "mayores" con compañeros más jóvenes, pero es que, si uno mira de cerca, no hay en el aspecto de estos muchachos ni una gota de resignación o sufrimiento, màs bien portan una sonrisa incrédula del que se ha sacado la lotería. Ellas, las cuarentonas, son seguras, decididas y generosas. Y, maravillosamente independientes. Cómo no tentarse con un mordisco de esa manzana.


La mirada de ellas


Ya no sufren tanto esa bisagra, las pilla el momento tan ocupadas, que apenas es una mirada diferente en el espejo. "Tengo 40"...parecen decir y entonces no pasa nada de lo esperado. No dejan de ser ellas, las mismas, los mismos defectos, las mismas virtudes. Lo que ha cambiado no es su esencia, es la sociedad que las mira diferente y ellas, en consecuencia, se sienten libres de ser, a los cuarenta, las mismas que ayer. Quizá alguna coquetería más para cuidar la imagen, o un arrebato de cambio, una ventolera de moda, pero saben, o van sabiendo, que esta edad no es lo que era. Que algunas son abuelas, pero muchas están siendo madres. Algunas tienen ganas de jubilarse, pero muchas quieren ascender o empezar de nuevo. Algunas se suicidan en matrimonios rotos y naufragados, muchas juntan coraje y ganas y arreglan o comienzan otras relaciones. Algunas se quedan desorientadas, muchas fijan sus metas y empujan fuerte para conseguirlas.


Los cuarenta


Parece que la bisagra queda en algo nominal, ya no es tiempo de retirada, sino de renacer o de continuar. Los cuarenta son hoy un maravilloso momento. Aún queda camino por recorrer, es cierto que encontrar un trabajo se vuelve más difícil, tener un hijo no es tan sencillo, acomodarse a una pareja empieza a ser un arte... pero nada es imposible... y menos a los cuarenta.

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