La verdad, eso de que "lo que importa es el contenido y no la forma" me parece una majadería cuando se trata de nuestra lengua española. Sí importa la forma, se suele llamar GRAMÁTICA. Resulta que tenemos un idioma muy fácil para transcribir nuestros pensamientos. Se escribe como se pronuncia... claro, si se pronuncia bien.
Un mensaje puede perder mucha fuerza y seriedad si las faltas ortográficas nos saltan a los ojos. Es una pena que interferencias de ese tipo acaben distrayendo la atención de lo que se quiere decir. A ver. En cinco minutos he encontrado estos dos carteles en Facebook:
Los mensajes son excelentes. No a la discriminación y no al maltrato animal, especialmente el toreo del que ya he escrito hace no mucho. Pero en los dos carteles hay faltas de ortografía tan groseras que son lo primero que veo. No hacía falta tanto para no empañar tan excelentes iniciativas. Un mísero corrector automático, un buen amigo que señale la errata, un alma generosa que nos haga el favor de escribir el texto.
Quizá parezca exagerado, pero no lo es. Las faltas de ortografía restan valor al mensaje. Lo primero que hace el lector es desvalorizar lo que está leyendo porque no viene de una fuente fiable. El que escribe mal muestra ignorancia y eso arrastra lo que está diciendo. ¿Es justo? ¿La opinión del que escribe mal vale menos? Claro que no, pero hablamos de un código, y, como en todo, si lo que nos interesa es comunicar, tenemos que usar los patrones correctos.
El entusiasmo es valorable, muy valorable y, de hecho, el motor de cualquier mensaje como los de arriba. Pero no es suficiente. Como le he dicho a una amiga mía que de estas cosas sabe, "el fin no justifica los medios" cuando hablamos de comunicación. Se puede hacer muy bien con muy poco.
Un mensaje puede perder mucha fuerza y seriedad si las faltas ortográficas nos saltan a los ojos. Es una pena que interferencias de ese tipo acaben distrayendo la atención de lo que se quiere decir. A ver. En cinco minutos he encontrado estos dos carteles en Facebook:
Los mensajes son excelentes. No a la discriminación y no al maltrato animal, especialmente el toreo del que ya he escrito hace no mucho. Pero en los dos carteles hay faltas de ortografía tan groseras que son lo primero que veo. No hacía falta tanto para no empañar tan excelentes iniciativas. Un mísero corrector automático, un buen amigo que señale la errata, un alma generosa que nos haga el favor de escribir el texto.
Quizá parezca exagerado, pero no lo es. Las faltas de ortografía restan valor al mensaje. Lo primero que hace el lector es desvalorizar lo que está leyendo porque no viene de una fuente fiable. El que escribe mal muestra ignorancia y eso arrastra lo que está diciendo. ¿Es justo? ¿La opinión del que escribe mal vale menos? Claro que no, pero hablamos de un código, y, como en todo, si lo que nos interesa es comunicar, tenemos que usar los patrones correctos.
El entusiasmo es valorable, muy valorable y, de hecho, el motor de cualquier mensaje como los de arriba. Pero no es suficiente. Como le he dicho a una amiga mía que de estas cosas sabe, "el fin no justifica los medios" cuando hablamos de comunicación. Se puede hacer muy bien con muy poco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario