Mitos, verdades, mentiras, tabúes. Todos encierran desconocimiento del sexo como una característica humana más. Un orgasmo es un reflejo placentero, físico e inevitable.
Existe un momento en que el instinto puro arrebata todo vestigio de racionalidad en el ser humano. Los segundos previos a un orgasmo, y el clímax mismo, detienen el fluir de lo circundante. Durante ese paréntesis, la sensación física es tan placentera, la liberación de adrenalina y endorfinas, tan brutal, que respirar o gemir es lo único posible.
Qué es un orgasmo
La excitación sexual trae aparejado el aumento de la irrigación sanguínea en la zona genital. Prepara el organismo para el coito, la fecundación exitosa y la perpetuación de la especie. Si no hubiera algún tipo de recompensa, de premio extraordinario por tener relaciones sexuales, hace tiempo que los seres vivos hubieran desaparecido.
El instinto de perpetuación existe, pero la fascinación por lo sexual es más que evidente. Una vez que se descubre el placer que conlleva, se vuelve una y otra vez al reencuentro con ese orgasmo feliz del que no se puede borrar la impresión.
Durante el cortejo, desde la primera mirada, todo el organismo se prepara para la recompensa. A medida que la seducción va subiendo en escala y grados, en la piel florecen terminaciones nerviosas más sensibles, los ojos brillan enfebrecidos, las mucosas se humedecen y realmente aparecen jugosas e inflamadas.
Cada latido del corazón acelerado lanza un caudal de sangre focalizado en los genitales. Las mujeres sufren una turgencia de sus labios vaginales y clítoris, que puede doblar su tamaño y aparecer enhiesto como un pequeño pene. Las paredes vaginales son más receptivas y el polémico punto G se deja entrever a la derecha del cuello uterino.
Los varones concentran toda la irrigación en su pene, erecto y firme, un perfecto mecanismo de propulsión de espermatozoides cañoneados hasta el fondo del útero.
El frotamiento repetido de los genitales, con las terminaciones nerviosas exquisitamente sensibles, la irrigación sanguínea, la ayuda visual, sonora y táctil del entorno, y el juego mental de las fantasías más íntimas y escondidas, hacen que detone el orgasmo.
Es un disparo, un cambio de plano, de realidad, una muerte dulce. Durante unos segundos, una oleada de placer intenso irradiada desde el sexo y extendida por todo el cuerpo, roba el aliento y la razón. Fluir de la manera más atávica, animal, esencial. En ese instante, poco separa al ser humano de cualquier otro animal.
Leones que muerden el cuello de sus hembras, gorilas aferrados a las caderas de sus compañeras, sementales imponiéndose a sus yeguas, humanos enredados y jadeantes. Las similitudes son más que obvias. La sensación es la misma. Placer.
Tabúes y orgasmo
El orgasmo se pronuncia poco, y se ha vivido menos en el mundo femenino. La imagen de la mujer como valor doméstico y recatado, la ha hecho renunciar al placer del sexo. Incluso castigarse por sentirlo. Las mujeres no se han reconocido a sí mismas las verdades que sus cuerpos les gritan. Son seres sexuales, gozan mucho y bien, y tienen deseos sexuales con la misma, o más intensidad que los varones.
Debido a una psicología más emocional, las fantasías románticas acompañan más el orgasmo femenino que el masculino, pero eso no es óbice para que ellas busquen complacerse de cualquier manera, el clímax es una puerta a la liberación de las tensiones y a la entrada de la armonía.
Tipos de orgasmo
No es cierto que haya orgasmos vaginales y clitoridianos en las mujeres. Ellos tienen uno, no hay más vueltas. Las féminas pueden alcanzar el clímax, como los varones, por el frotamiento repetido en las terminaciones nerviosas del clítoris, directamente, o de la vulva o paredes vaginales, que implican una tensión en los tejidos, y finalmente el frotamiento indirecto de dichas terminaciones.
Que sea de diferente intensidad es posible, hasta puede causar dolor un tacto descuidado e irritante. El orgasmo es el culmen de un proceso de excitación delicioso, por eso, el arte de retardarlo es una práctica habitual y una tortura exquisita.
Cada hombre y cada mujer saben cuál es el camino para su placer. Las imágenes, las escenas favoritas, el entorno adecuado, los fetiches, las preferencias, los ritmos.
La explosión del orgasmo
No hay un estallido igual a otro. Hay orgasmos silenciosos como suspiros, aullidos incontenibles, sensuales gemidos, guturales y desconocidos gruñidos. Escuchar una grabación de un orgasmo difícilmente llevaría a reconocer al autor o autora en su vida cotidiana. El comportamiento social adquirido y aprendido se deshilacha en ese instante, y la mujer más discreta puede convertirse en una fiera aullante, o el sereno caballero desplegar una sonrisa de sátiro sorprendente.
Orgasmo. Natural, inherente, insoslayable, humano y delicioso. Aceptarlo y disfrutarlo es un regalo. Aprender a provocarlo y compartirlo, un sublime modo de enredar dos almas en una complicidad insuperable.
Existe un momento en que el instinto puro arrebata todo vestigio de racionalidad en el ser humano. Los segundos previos a un orgasmo, y el clímax mismo, detienen el fluir de lo circundante. Durante ese paréntesis, la sensación física es tan placentera, la liberación de adrenalina y endorfinas, tan brutal, que respirar o gemir es lo único posible.
Qué es un orgasmo
La excitación sexual trae aparejado el aumento de la irrigación sanguínea en la zona genital. Prepara el organismo para el coito, la fecundación exitosa y la perpetuación de la especie. Si no hubiera algún tipo de recompensa, de premio extraordinario por tener relaciones sexuales, hace tiempo que los seres vivos hubieran desaparecido.
El instinto de perpetuación existe, pero la fascinación por lo sexual es más que evidente. Una vez que se descubre el placer que conlleva, se vuelve una y otra vez al reencuentro con ese orgasmo feliz del que no se puede borrar la impresión.
Durante el cortejo, desde la primera mirada, todo el organismo se prepara para la recompensa. A medida que la seducción va subiendo en escala y grados, en la piel florecen terminaciones nerviosas más sensibles, los ojos brillan enfebrecidos, las mucosas se humedecen y realmente aparecen jugosas e inflamadas.
Cada latido del corazón acelerado lanza un caudal de sangre focalizado en los genitales. Las mujeres sufren una turgencia de sus labios vaginales y clítoris, que puede doblar su tamaño y aparecer enhiesto como un pequeño pene. Las paredes vaginales son más receptivas y el polémico punto G se deja entrever a la derecha del cuello uterino.
Los varones concentran toda la irrigación en su pene, erecto y firme, un perfecto mecanismo de propulsión de espermatozoides cañoneados hasta el fondo del útero.
El frotamiento repetido de los genitales, con las terminaciones nerviosas exquisitamente sensibles, la irrigación sanguínea, la ayuda visual, sonora y táctil del entorno, y el juego mental de las fantasías más íntimas y escondidas, hacen que detone el orgasmo.
Es un disparo, un cambio de plano, de realidad, una muerte dulce. Durante unos segundos, una oleada de placer intenso irradiada desde el sexo y extendida por todo el cuerpo, roba el aliento y la razón. Fluir de la manera más atávica, animal, esencial. En ese instante, poco separa al ser humano de cualquier otro animal.
Leones que muerden el cuello de sus hembras, gorilas aferrados a las caderas de sus compañeras, sementales imponiéndose a sus yeguas, humanos enredados y jadeantes. Las similitudes son más que obvias. La sensación es la misma. Placer.
Tabúes y orgasmo
El orgasmo se pronuncia poco, y se ha vivido menos en el mundo femenino. La imagen de la mujer como valor doméstico y recatado, la ha hecho renunciar al placer del sexo. Incluso castigarse por sentirlo. Las mujeres no se han reconocido a sí mismas las verdades que sus cuerpos les gritan. Son seres sexuales, gozan mucho y bien, y tienen deseos sexuales con la misma, o más intensidad que los varones.
Debido a una psicología más emocional, las fantasías románticas acompañan más el orgasmo femenino que el masculino, pero eso no es óbice para que ellas busquen complacerse de cualquier manera, el clímax es una puerta a la liberación de las tensiones y a la entrada de la armonía.
Tipos de orgasmo
No es cierto que haya orgasmos vaginales y clitoridianos en las mujeres. Ellos tienen uno, no hay más vueltas. Las féminas pueden alcanzar el clímax, como los varones, por el frotamiento repetido en las terminaciones nerviosas del clítoris, directamente, o de la vulva o paredes vaginales, que implican una tensión en los tejidos, y finalmente el frotamiento indirecto de dichas terminaciones.
Que sea de diferente intensidad es posible, hasta puede causar dolor un tacto descuidado e irritante. El orgasmo es el culmen de un proceso de excitación delicioso, por eso, el arte de retardarlo es una práctica habitual y una tortura exquisita.
Cada hombre y cada mujer saben cuál es el camino para su placer. Las imágenes, las escenas favoritas, el entorno adecuado, los fetiches, las preferencias, los ritmos.
La explosión del orgasmo
No hay un estallido igual a otro. Hay orgasmos silenciosos como suspiros, aullidos incontenibles, sensuales gemidos, guturales y desconocidos gruñidos. Escuchar una grabación de un orgasmo difícilmente llevaría a reconocer al autor o autora en su vida cotidiana. El comportamiento social adquirido y aprendido se deshilacha en ese instante, y la mujer más discreta puede convertirse en una fiera aullante, o el sereno caballero desplegar una sonrisa de sátiro sorprendente.
Orgasmo. Natural, inherente, insoslayable, humano y delicioso. Aceptarlo y disfrutarlo es un regalo. Aprender a provocarlo y compartirlo, un sublime modo de enredar dos almas en una complicidad insuperable.
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