sábado, 27 de octubre de 2012

Desde lo más profundo, desde lo más salvaje

Hoy no tengo ganas de recursos estilísticos. Hay días y días. Momentos. Ocasiones. Generalmente oculto y civilizo mi costado más oculto para acomodarlo a lo esperado socialmente. Pero me canso.
Soy un ser humano. Una persona endemoniadamente inteligente y perceptiva. Una mujer. Apasionada. Una niña. Vulnerable. Todas convivimos aquí dentro.


Ahora bien... soy también la evolución biológica de un ser atávico. Como tú. Y sabemos los dos que hay un costado profundo y salvaje que todos los días nos ocupamos de enmascarar.
La ira y la tristeza son los disparadores más comunes para que nuestro costado oculto enseñe los dientes. También la excitación sexual. Somos animales, después de todo.
Una mujer, una hembra, herida o alzada, es difícilmente controlable. En nuestra especie y en todas las demás.

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Escucha a tu hembra. Desde lo más profundo y lo más salvaje de tu centro, ella va a contarte qué está bien y qué no. Nunca dejes de oir sus gañidos, no abandones sus garras, no olvides cómo tensar tus músculos. Sigue tu instinto, mujer. Follow your guts.
El instinto no se equivoca. Sabes cuando te vas a quemar, y aún así avanzas porque es lo que quieres hacer. Resultado, ardes... pero sonríes lamiendo tus heridas.
La vida es una, sola.
Avanza.
Sigue.
Paladea.
Aprende.
Llora.
Odia.
Vive.


No hay nada más que quién eres. Es nuestra costumbre cultural no hablar de ciertas cosas. Esa persona que conoces y que te despierta los más salvajes instintos sexuales. Esa otra que entra en tu espacio y te invade sin quererlo. Existen los odios y los amores a primera vista. Las pasiones inexplicables, el odio primigenio. Existen los celos. Existe la entrega. Existe la piel. Existe la empatía. Existe la fantasía. Existen la atracción y la repulsión. Existe el amor después de la aversión y la aversión después del amor. Existe el racismo, existe la armonía, existe la compasión, existe la crueldad. Existe morir de amor, existe consumirse de pasión. Existe el olvido. Existe el dolor.
Existe el poder.
La guerra de poderes es una sublimación de nuestros instintos más antiguos.
Solo tienes que observar a tu alrededor.
Perros, gatos, caballos, palomas... tiburones.
No eres más ni menos.
Me hueles, me lees, te siento, te percibo.
Te quiero, te odio, te elijo, te abandono.

Acéptate desde lo más profundo, desde lo más salvaje.
Aunque te duela.

sábado, 6 de octubre de 2012

Dormir contigo

Foto: Néstor Gorriti 
 
Hay algo sublime en compartir el dormir con otro. El silencio inconsciente acariciado por la respiración de aquel con quien compartimos un lazo es uno de los placeres inexplicables.
He contemplado largamente en silencio la curva de una nariz, el tremor de unos párpados cerrados, la suavidad de unos labios comidos a besos. También me he dejado arrastrar por la pesadez del sueño delante del otro. Y este es un momento y ejercicio que me resultan muy interesantes.
No  puedo dormir cuando alguien me mira.
Para mí, dormir cuando alguien está despierto cerca de mí es un tabú autoimpuesto y que pocas, muy pocas personas, han conseguido saltar.
Desprotección, vulnerabilidad, falta de control... dejar que eso se haga reinante me resulta muy complicado.
No duermo jamás en un avión, nunca me quedo dormida en un cine o en la playa. No cierro los ojos. En nigún momento.
Entonces cuando consigo suspirar acompañada por la respiración pesada, e incluso el leve ronquido profundo de aquel a quien le confío mi intimidad... cuando duermo en su presencia, es que todo va muy bien.
Dormir es morir un poco, o ensayar la muerte. Contemplar el sueño ajeno es perturbadoramente poderoso, no hay momento más desprotegido, o sí, quizá el del orgasmo. Pero ambos instantes son el epítome de lo íntimo.
Dormir contigo es un regalo.
El premio... despertar a tu lado.